28 September, 2020
Chelsea Callonzo, después de considerar, entre otras cosas, esto, me whatsappea esto otro:
Grandes, legítimas y cuatro dudas. Dudas que yo mismo he tenido y sigo teniendo, y que intento ir resolviendo sobre la convicción de que ser y estar tienen un significado, solo un significado, y siempre el mismo significado, y suponiendo que este significado es algo parecido a este:
___________ JENNY ESTÁ… y ahora viene la descripción de un estado o situación en que se encuentra Jenny.
Convicción a la que sumo otra: la de que el problema de ser y estar es un asunto de puro vocabulario.
Me limitaré en estas líneas al caso más problemático de ser/estar con adjetivos, aprovechando que la razón por la que se usa ser con sustantivos -o adjetivos sustantivados- se deriva inmediatamente de lo dicho anteriormente. En efecto, identificar un sujeto con un objeto es la definición misma de definición:
- Tu tía no tiene una beluga en la cara, hijo. Una beluga es una ballena blanca que vive en el ártico.
- El que sabe que es un loco no está muy loco.
A ver si aclaramos las cabezas, como dice Chelsea, por partes. Cuatro partes.
DUDA 1: ¿Por qué no podemos decir que alguien “es loco”?
Bueno, en realidad no hay ningún problema en decir “es loco”. Solo Google me cuenta ahora 565.ooo ocurrencias de “es loco”, lo que sumado a 272.000 de “es loca” (“es loque también da cientos de miles pero parece que por ahora solo erratas”) nos da un total de 837.000 en total para simplemente “es loco/-a”, sin ni siquiera poner los plurales. Obvio igualmente el cálculo que arrojaría sumar los resultados de la misma secuencia en infinitivo, gerundio, participio y en cada uno de los 16 “tiempos” conjugados (fue – era – había sido -… loco/-a/-os/-as), pero se hace evidente que los casos se deben contar por millones.
¿Que muchos de estos resultados no están calificando de locas a personas, sino objetos o hechos (la idea es muy loca, es loco que te digan eso)? Garantizado. ¿Que la red está llena de aprendices de español que esparcen sus errores como esporas? Su derecho tienen. Pero nada de esto puede ocultar que los hispanohablantes dicen de manera habitual, y con perfecto sentido, “ser loco”. Mírese, si no, este ramillete que recojo del frondoso erial de internet:
- No es loco quien quiere, sino quien puede. (Argentina)
- Las tecnologías cambian, la generación ‘millenial’ es muy loca, pero hay mucha gente trabajando por la salsa. (México)
- Prefiero ser loco y feliz que normal y amargado. (España)
- Es una cosa de locos, pero es que yo soy muy loco. (España)
- Él es muy loco, es buena persona. La verdad no sé mucho de él. Está donde le conviene, él es así. (Perú)
- Ella es loca, atrevida, divertida, admirada, bonita, presumida, buena, amiga y por donde pasa deja huella. (?)
Pero lo interesante nunca es que algo que nos parece extraño que se use se use, lo interesante es que no hay dos formas de decir lo mismo que signifiquen exactamente lo mismo. En este caso, no es exactamente igual ser loco que estar loco. Si te dicen que estás loco te están llamando enfermo. Porque la enfermedad, por definición léxica, es un estado de los seres vivos, no una definición de ellos. Si te dicen que eres loco, por el contrario, están señalando una característica de tu personalidad. Quieren decir que parte de tu definición como persona (tu manera de ser) es el hecho de actuar locamente. Estoy por decir, y es más bien una apuesta, que no sorprenderemos a ningún nativo de español diciendo “Aconsejaron su ingreso en el hospital psiquiátrico porque es loco”. No creo que pierda, pero si sucede habrá que hablar otra vez de ello.
DUDA 2: ¿Por qué no podemos decir que alguien “es contento”?
Ejercicio de vocabulario. Distribuye las siguientes descripciones de Jenny en dos series (4 en cada una), tituladas respectivamente “Carácter” y “Estado en que se encuentra”
alegre – ausente – contenta – enfadada – solidaria -sorprendida -trabajadora -valiente
Si todo ha salido como yo espero, la lista habrá quedado…
Y esta es la respuesta a la pregunta: ¿por qué no existe “ser contento”? Por la misma razón que no existe ser sorprendido, ausente, enfadado, sentado, o en llamas: porque “contento”, por definición, es un ‘estado’:
Tiene sentido, desde luego, comparar contento con feliz. Pero no tiene tanto sentido pensar que porque una determinada cualidad sea permanente, esto la convierte en un rasgo definitorio. Como bien dice inadvertidamente Chelsea en su mensaje, la contentura permanente define a la persona como “una persona que siempre está contenta”, lo que pone en evidencia que esa permanencia no cambia la definición de “contento” como estado. Tampoco cambian su significado de estado palabras como enfadado, sentado o roto cuando se aplican a alguien que mantiene este estado durante mucho tiempo, incluso siempre:
- Una persona que siempre está enfadada es malhumorada (o enojadiza, o enojona).
- Una persona que siempre está sentada es, probablemente, discapacitada (o perezosa, o floja, o estatua de piedra).
- Un frigorífico que siempre está roto es, decididamente, malo.
Y una persona que siempre está contenta es una persona alegre, feliz. Porque la definición de diccionario de alegre y feliz, a diferencia de contento, admite tanto el sentido de estado como el de característica definitoria. Es cosa de ir al diccionario:
DUDA 3: ¿Por qué alguien que “es triste” es alguien que produce tristeza y alguien que “está triste” es alguien que la siente?
Personalmente me parece un poco forzada la interpretación de que ser triste una persona signifique que produce tristeza a los demás, pero creo que en todo caso es una buena reflexión que se puede aplicar mucho más claramente a casos, escasos pero usuales, como cansado o aburrido. ¿Por qué estarlo afecta al sujeto (que se cansa y aburre) y serlo a los demás (que son los que se cansan y aburren de él)? Es más, yo doblaría la paradoja: ¿por qué no sucede lo mismo, por ejemplo, con mojado (*Es muy mojado: pone a todo el mundo chorreando) o sentado (*Es muy sentado: con él no hay quien se levante)? Yo no veo gran misterio.
Por una parte está el hecho de que con ciertos conceptos el traspaso de agente y paciente es más verosímil que en otros y, como sucede con el agua del río, el significado va a allí adonde la gravedad le lleva: inunda antes los lugares que están más bajos que aquellos que están más altos, y siempre hay sitios que nunca moja.
Por otra parte está que en el mundo de las definiciones de las palabras, el camino recorrido para llegar a cada sentido con que se usaban, se usan o se acabarán usando es una empresa de termitas: ninguno de los individuos de la colonia por sí mismo tiene la más mínima idea de cómo se construyen esos magníficos arcos, pilares y galerías que, sin embargo, acaban apareciendo como por arte de magia.
(Por cierto, que pensar que las termitas sí lo saben y llevan el mapita en la cabeza constituye una falacia de siniestro nombre –First Order Isomorphism Fallacy– así como desprecio doloso del productivo concepto de inteligencia de enjambre).
El modo en que se llegó a la definición actual de una palabra no tiene por qué ser un misterio -por eso existen los diccionarios etimológicos-, pero sí es un asunto perfectamente secundario cuando de lo que ser trata es de enseñar, o aprender, a elegir con buen tino entre ser o estar. Lo importante es conocer bien la definición misma:
DUDA 4: ¿Por qué decimos “está enfermo” o “es UN enfermo” y no “es enfermo”, mientras que decimos “es diabético”?
Pues en mi humilde opinión, en la que insisto, porque enfermo es, por definición, un estado, y diabético, también por definición, una característica que define a cierto tipo de personas. La prueba es que decimos está enfermo, pero es diabético. Pero ¿cómo hemos llegado hasta este aparente absurdo?, se dirá Chelsea. ¿No es esto un razonamiento circular: usamos ser porque es una definición, y es una definición porque usamos ser? Por si alguien se estaba preguntando esto, pues sí: es un razonamiento circular, justo el tipo de razonamiento apropiado para determinar el significado real de las palabras. ¿Qué tiene de malo, y no de bueno, la siguiente explicación a Jenny?
– Mira, Jenny: ir significa ‘en dirección a allí’, y venir ‘en dirección a aquí’. ¿De acuerdo? Por ejemplo, en la frase Mañana voy a venir a tu casa andando usamos venir porque el hablante está en casa del oyente.
– ¿Y cómo sabemos que está en casa del oyente?
– Porque usamos venir.
Que enfermo es un estado en español se sabe no solo porque podemos representarnos el concepto de ‘enfermo’ como un estado, independiente de nuestra definición como personas, sino también, y sobre todo, por el uso exclusivo que los hablantes hacen de estar (estado es es familia de estar) para predicar esta cualidad:
Un enfermo crónico es una persona que siempre está enferma.
Lo que toca, pues, en mi opinión, es trabajar con Jenny los adjetivos en estrechísimo y permanente contacto con estos verbos atributivos, porque a la hora de la verdad (la de usarlos) fracturan el vocabulario que tiene que aprender por una mitad que es invisible en su lengua. Lo que aprenda sobre una palabra debería incluir las posibilidades de ser usado con uno de los dos verbos. Lo que aprenda de los dos verbos debería incluir las posibilidades de seleccionar unas u otras palabras.
Volviendo al caso de la diabetes: una persona puede estar enferma o estar sana, viva o muerta, sentada o estar de pie. Todos son estados posibles de una misma persona. Por el contrario, la diabetes no se ha concebido conceptualmente como un estado en español, sino como una etiqueta clasificatoria. Una persona no cae un buen día en el “estado” de diabética como cae en el sofá. Lo que hace ese buen día en entrar a formar parte oficial de esa alegre muchachada que, entre otras señas de identidad colectiva, se pincha insulina.
“Diabético” es, de hecho, un término científico acuñado expresamente para definir y clasificar por el tipo de enfermedad, del mismo modo que existen términos no científicos sino patrimoniales para definir y clasificar a las personas por la nacionalidad, la raza, el color de la piel, la clase social, la profesión, etc. Nada que ver con estados: nadie está americano del norte, nadie está árabe y nadie está médico anestesista. Diabético, hipertenso, seropositivo, depresivo, esquizofrénico, autista o insulinodependiente se acercan mucho más a estas etiquetas que definen a la persona como perteneciente a un grupo que a los diferentes estados en que se puede encontrar esta persona.
Pero cuidado, porque esto, como todo en el vocabulario, es una cuestión de grado. No es lo mismo, por poner solo un ejemplo, esquizofrénico que seropositivo: se puede eventualmente estar esquizofrénico (en el sentido de actuar como tal), pero no se puede estar seropositivo (probablemente porque seropositivo no implica una actitud que permita verlo como estado: el agua del río no sube colinas).
En defintiva, como se ha echado de ver en lo que antecede, mi opinión es que no hay manera de abordar el problema de ser y estar que no sea a través del significado de las palabras. Lo cual es, tiendo a pensar, una buena noticia: ¿no era acaso el vocabulario la parte más fácil y agradecida en la clase de lengua?