Boris Andrade, inasequible al conformismo, volvía no hace mucho así a las andradas:

Tengo otra pregunta muy difícil, esta vez del curso anterior (B2.1): ¿Por qué las frases «Yo NO creía/pensaba/sabía que Nueva York ERA/fuera tan bonito» funcionan con indicativo y subjuntivo» y cuál es la diferencia? Adjunto un PDF con la actividad donde aparece.

En ese PDF se presenta al profesor el caso de “Yo no sabía que era/fuera tan bonito”, con la siguiente indicación:

Adviértales [a los estudiantes ] de que, si el imperfecto de indicativo está en forma negativa, a continuación se puede utilizar el indicativo o bien el subjuntivo.

A continuación. O bien. Jesús. No extraña que Boris, en un acto reflejo irreprimible para profesores, estudiantes y transeúntes, se pregunte por qué.

La cuestión, en realidad, no es nada difícil. Cualquier nativo motivado puede acercarse a la respuesta ejercitando con cierta disciplina sus dotes naturales de interpretación. Lo que no es fácil para mí es despacharla en dos palabras, porque involucra una lógica a la que no he dedicado todavía atención explícita en mis trabajos teóricos: a quién se puede o se debe atribuir la declaración o no declaración significada por el modo verbal en una proferencia concreta. En aquellos, por cuestiones de espacio y relevancia, me limité a adelantarme al error de atribuir siempre la actitud declarativa al hablante (un error tan común que el propio modo se suele definir como portador de la actitud “del hablante”). Lo hice cambiando “hablante” por “un sujeto”:

Una declaración es una manifestación explícita de lo que un sujeto sabe (afirma) o piensa (supone).

(El concepto de no-declaración como valor del subjuntivo, p. 310)

Es la única forma de entender por qué un hablante, aún teniendo claro que él es una buena persona, puede declarar (pronunciar la declaración de) que es un demonio:

           Macaria piensa que yo soy un demonio.

Es evidente que el hablante tiene que usar un indicativo porque lo que está haciendo, en realidad, es transmitir la declaración de otro sujeto (Macaria), que accidentalmente es también el sujeto sintático en este caso. Pero no siempre es tan evidente. A veces ese sujeto que es el responsable de la declaración o no declaración que hace el hablante no coincide con el sujeto gramatical del verbo que introduce el predicado subordinado, como en este caso:

          Yo no creo que soy un demonio.

Donde el hablante, sujeto gramatical además, no quiere declarar que “es” un demonio a pesar del indicativo, solo está refiriéndose a la declaración previa de otro sujeto: Macaria. O en este, donde el hablante es el responsable del modo declarativo (“quiero“) a pesar de no ser el sujeto:

          Macaria no sabe que yo la quiero.          

De todos modos, tengo que admitir que aquel artificio de indicar que la responsabilidad es de “un sujeto” (no “el sujeto”, que nos llevaría al sujeto gramatical) deja espacio de sobra, demasiado, para la ambigüedad. Por tanto, como defensor a ultranza de la existencia de una lógica precisa en todo mecanismo gramatical, os debo una explicación sobre cómo creo yo que se atribuye la autoría de la perspectiva modal en cada caso. Y esta explicación que os debo os la voy a dar.

En materiales de enseñanza recientes he llamado “la voz” a ese “sujeto” que es el responsable último de la selección del modo, y su lógica descansa, para sorpresa que debería ser de nadie, en una ley de alcance universal: la Ley del Menor Esfuerzo (LEME).  La misma ley que lleva el agua hacia el mar, alimenta la entropía o culpa al callado de otorgar es la ley que permite al forjador de enunciados elegir el modo sin indicación explícita de la actitud de quién representa, en la total confianza de que el oyente será perfectamente capaz de averiguarlo por lógica natural.

Veamos, pues, cómo puede funcionar esta ley aplicada a la atribución de la responsabilidad declarativa y gestionada con lógica natural con un par de series de ejemplos. La primera serie, con uno de voz ajena, y la segunda, con un caso de voz propia, aunque es un tipo de voz propia que contiende consigo misma, como veremos a continuación, y que es precisamente el caso al que se refiere la pregunta de Boris. Helos aquí:

Es decir, que un solo significado permanente para cada modo (declaración/no-declaración) gestionado por la lógica natural que implica la LEME me permite decir con

          Yo no sabía que Nueva York era bonito,

en realidad, que…

Los sistemas de comunicación orgánicos, qué elegancia.