¡Hola Jose Plácido!

No sé si te acordarás de mí. Soy profe del Instituto Cervantes y asistí junto con Eva Criedt a tu fantástico curso de gramática cognitiva en la Seo de Urgell hace tiempos inmemoriales.

Bueno, te escribo para hacerte una consulta de una duda que me ha surgido en un seminario sobre el subjuntivo que acabo de impartir. Después de explicarles la tabla de matrices que introducen subjuntivo del Ventilador y hacer una actividad de asociación de enunciados y sus matrices a los significados de la tabla, nos surgió una duda con la frase siguiente:

No digas que lo hacemos mal.

Los asistentes preguntaron que por qué el uso del indicativo en hacemos, si el no digas se podría interpretar como una matriz no declarativa o incluso intencional. Mi explicación fue la siguiente:

Al parecer, en esta matriz prevalece para el hablante la intención de cita del enunciado dicho por el otro interlocutor “La peli es mala” frente a las intenciones de cuestionar o de influir y por eso se anula la utilización del modo subjuntivo.

Creo que solo se produce con verbos de declaración o pensamiento. Sin embargo, con las matrices:

no me pidas (que te acompañe) / no exijas (que te lo explique) , etc. no se puede poner el verbo subordinado en indicativo (acompaño*/explico*)

Otros ejemplos son:

No digas que fue un sueño.

No creas que no te entiendo.

¿Mi explicación va por buen camino o totalmente desencaminada? ¿O es que tiene más bien que ver con la utilización del imperativo negativo? (Me siento como si escribiera a la Srta. Francis) 😉

Alejandro Sanz


Por supuesto que me acuerdo de ti, Carlos. Gracias por tu mensaje y por el interesantísimo caso que propones. No, no vas mal encaminado. Creo que la razón por la que la lógica de este caso se nos escapa tan fácilmente tiene que ver con un sesgo en el análisis gramatical extraordinariamente común que podríamos llamar El Significado en la Habitación. Como el elefante de la expresión que parodia, se refiere a algo extraordiariamente obvio que sin embargo, por razones arcanas, suele no ser reconocido. Trataré de explicarlo de dos modos: uno más “filosófico”, otro más mecanicista.

Para el primer modo reflexivo, reflexionemos. El hecho de pedir a alguien que no diga algo implica necesariamente que ese alguien ya dice, o piensa, ese algo. Necesariamente. Esa, y no otra, es la razón por la que el hablante pide que el interlocutor no diga, es decir, no declare, lo que en realidad declara o está en condiciones de declarar. Piénsese, de hecho, en lo absurdo que sería pedir a alguien que no declare algo que está claro que no está en su intención declarar:

  • No digas que Enrique Iglesias cante bien.
  • ¡Pero si yo no he dicho eso! ¡Es más, pienso todo lo contrario!
  • Pues mira por dónde, por eso he usado yo el subjuntivo, porque tú no piensas que cante bien.
  • Y entonces, si sabes perfectamente que no lo digo, ¿por qué me pides que no lo diga?
  • Mira, yo qué sé. Yo soy uzbeco y a mí me han dicho que el subjuntivo significa duda e irrealidad y que con verbos de la cabeza en forma negativa ponga en subjuntivo el primer verbo que me encuentre a la derecha.

En otras palabras, la estructura implica la declaración de un interlocutor, como tú ves bien cuando señalas la “intención de cita”, aunque más que de una intención se trate de una obligación, ya que la propia estructura semántica del enunciado determina formalmente que el verbo subordinado que estamos discutiendo no puede ser otra cosa que una declaración. Veamos en qué mecánico sentido.

La gramática no opera con formas, opera con signficados. La matriz no es una forma que determina otras formas, es un significado que determina otros significados. Y los significados se nos presentan con frecuencia formalmente enlazados en una amalgama no ya difícil de ver (el morfemita pegado al lexema, por ejemplo), sino a veces directamente invisible (aspecto, modo y tiempo confundidos en un solo morfema verbal, por ejemplo). Trabajar con las formas que sirven de mero vehículo o a los significados es fácil, pero muy engañoso. Cuando percibimos “No digas que” como una matriz no-declarativa, a imagen y semejanza de “No digo que”, incurrimos en el error precisamente de ver la semejanza entre dos formas. Sin embargo, la diferencia entre ellas es tan nítida que determina diferentes modos para sus respectivas subordinadas. Y la diferencia estriba en el significado:

  1. “No digo X” significa “No declaro X”. Si no quiero declarar X, X es subjuntivo.
  2. “No digas X” significa “Te prohíbo que declares X”. Si te prohíbo X, este X es subjuntivo, y por esa razón “digas” está en subjuntivo. Pero como lo que te prohíbo es declarar X, este otro X debe ser indicativo. (De hecho, si lo que prohibiera fuera pedir X, esta X también estaría formulada en subjuntivo: “Te prohíbo que me pidas que me vaya” es, en breve, “No me digas que me vaya“).

Parece, pues, que no queda otra que rendirse al poder omnímodo del significado y admirar esa hermosa manifestación de recursividad que siempre me ha gustado llamar subsubordinación:

Porque esto es exactamente lo que significa “No digas que lo hacemos mal”. Y sabiendo lo que significan las cosas, la gramática pierde sus misterios.

Mi agradecimiento, de nuevo, por tu carta.